La rutina de José María ha cambiado por completo desde que el jueves el Gobierno decidiera confinar a más de 50 millones gallinas ponedoras en toda España. Como relata ya en pasado este avicultor castellano y leonés, todas las mañanas acudía a su explotación … de 1.500 gallinas camperas y soltaba a los animales por su parcela para que pudieran «moverse en libertad» durante todo el día. Lo mismo hacía con los 600 pollos que cría en ecológico en una población cercana. Ahora, todos ellos permanecen confinados en unas naves donde hasta ahora solo pasaban la noche por riesgo de depredadores, comían, bebían agua y ponían los huevos.
El resto de la jornada tenían las «puertas abiertas» para «entrar y salir a su antojo». Castilla y León es la comunidad más afectada por la medida del Ejecutivo, ya que una de sus provincias, Valladolid, concentra el mayor número de focos en aves en cautividad del país: siete de catorce. En total, 2,2 millones de gallinas han tenido que ser sacrificadas en en una región con un censo de 8,7 millones de ponedoras.
La influenza aviar ya ha causado destrozos en Estados Unidos —donde se han detectado incluso casos de personas infectadas— y en algunos países de la Unión Europea. La norma es clara e implica que todas las aves de corral deben permanecer encerradas hasta nueva orden, se trate de una explotación avícola o de un corral particular para autoconsumo. El objetivo de esta restricción que se extiende por todo el país es impedir el contacto de estos animales con las aves silvestres que en estos momentos migran hacia el sur, y que podrían contagiarlas de existir una mínima cercanía con ellas o, por ejemplo, con sus bebederos. Por el momento son 14 los focos de gripe aviar detectados en España, atendiendo a los cálculos del Ministerio de Agricultura, que han implicado ya el sacrificio de 2,5 millones de gallinas. En este punto, los expertos inciden en que de aflorar un solo contagio en una granja, todos los ejemplares han de eliminarse.
Lo explica en una conversación con ABC Luis Oreja, jefe de servicio de Medio Rural en el Gobierno gallego, que señala que dentro de la normativa comunitaria hay una categorización de enfermedades según su importancia y gravedad, que coloca a la gripe aviar en el nivel A. «Se trata de una enfermedad altamente patógena que exige la erradicación, y no el control», concreta el experto sobre las férreas medidas a llevar a cabo.
Una gallina confinada
La alerta que pende en estos momentos sobre el sector avícola no es nueva —en 2022 también se activó un confinamiento que duró varias semanas—, pero llega en un momento crítico para el consumidor. Las últimas actualizaciones de precios no dan un respiro a las familias, que llevan meses viendo cómo el coste de los huevos y la carne de pollo, la principal entrada proteica en muchos hogares, se dispara sin que por el momento toque techo. A poco más de un mes para que finalice el año, los huevos se han convertido en el alimento que más ha encarecido su precio en España durante los últimos doce meses, con una subida del 22,5%. La docena de huevos más económica, en este momento, ronda los tres euros. Y el futuro próximo es incierto para las economías domésticas de un país que el pasado año consumió 143 huevos por persona, unos 420 millones de kilos.
«España es un país exportador, pero si queremos que el huevo se quede en nuestros lineales tenemos que pagarlo»
Rodrigo García
Asociación Gallega de Avicultura de Puesta
A la hora de analizar las causas de esta escalada, las fuentes consultadas señalan directamente los efectos que la gripe aviar ha tenido en el mercado internacional, pero también destacan que es un alimento saludable «que está de moda» y que ha elevado mucho su consumo en detrimento de otros alimentos menos accesibles. Para Rodrigo García, presidente de la Asociación Gallega de Avicultura de Puesta (Agap), el huevo está en una tendencia alcista que, coincidiendo con la llegada de la grive aviar, «ha generado la tormenta perfecta». «España es un país exportador, exporta alrededor de un 17%. En el momento en el que desaparecen casi tres millones de gallinas, lo que hay que hacer es intentar retener esa venta», indica García para arrojar luz sobre el encarecimiento de este producto básico.
«Hay que conseguir que ese huevo se quede aquí y, al final, para que se quede hay que pagarlo, porque tiene mucho mercado exterior. Es la única fórmula —asegura— para tener huevos en los lineales de los supermercados y en las industrias». Llegados a este punto, y con el sector en vilo, la pregunta es si lo que vienen serán nuevas subidas de los precios. Para el ministro de Agricultura, Luis Planas, la respuesta es no. Tras el anuncio del confinamiento, el responsable lanzó una llamada a la calma desvinculado la enfermedad del encarecimiento, y recordando que España es el tercer país europeo con menos incremento de precios después de Chipre y Francia.
El sector afronta con recelo las próximas semanas
Sobre las causas que se valoran desde su departamento en lo tocante a la escalada del coste de los huevos, el ministro anotó «circunstancias geopolíticas, climáticas y evidentemente de costes». Sin embargo, desde el sector avícola afrontan con recelo las próximas semanas. «Si las cosas se quedan como están hasta ahora y no hay más casos, seguramente el precio se mantenga. Pero si aparecen más casos, ya no se puede saber», reconocen desde Agap ante un escenario sometido a una monitorización diaria y que por el momento se extenderá ‘sine die’ en el tiempo, hasta que el riesgo empiece a disminuir. Preguntado sobre los plazos que se manejan, el portavoz gallego de Medio Rural revela que es previsible que, «teniendo en cuenta que la migración de aves todavía continúa y que ahora vamos hacia temperaturas cada vez más bajas y más proclives para persistir el virus, el confinamiento podría extenderse durante varias semanas o incluso los próximos meses».
Pendientes de una relajación de la norma que podría tardar en llegar, el día a día en las explotaciones avícolas transcurre entre unas fuertes medidas de bioseguridad que, subrayan desde el gremio, son previas al confinamiento. «Hay unos controles que en las grandes explotaciones ya tenemos interiorizados, con alerta y sin alerta. Para entrar a una instalación tiene que haber sistemas de seguridad que conllevan equiparse con buzos, ponerte calzas o pisar pediluvios con productos desinfectantes. Eso es algo que se debe de hacer de siempre», expone Rodrigo García. En línea con esta realidad, Unión de Uniones de Agricultores precisa que la radiografía del sector confirma que sólo un pequeño porcentaje del censo de aves están en contacto con el exterior, pudiendo no superar el 3%. Y que en cuanto a la exigencia de controles y confinamientos, «las granjas que tenían contacto con el exterior ya habían tomado medidas y confinado a sus aves».
José María, el avicultor castellano y leonés, teme que la consecuencia más inmediata sea el «estrés» de los animales
La previsión y la exigencia con la que ha actuado el gremio avícola se explica por los graves daños económicos a los que se exponen si uno de sus ejemplares resulta infectado, y toda la cabaña debe ser sacrificada. El riesgo de perder explotaciones enteras incide en el «temor» que todos los consultados refieren sobre los peores momentos de la amenaza aviar.
José María, el avicultor castellano y leonés, teme que la consecuencia más inmediata sea el «estrés» de unos animales que no están acostumbrados a estar encerrados. «Cuando entro a echarles de comer se arremolinan todos en la puerta porque quieren salir», relata. Y esa inquietud se trasladará a renglón seguido a una «bajada de la producción», explica convencido de que «los cambios les afectan». Así que de las 120 docenas diarias que obtiene para suministrar a pequeños comercios «habrá que ver» en qué se quedan. En su caso, los silos con el pienso —de cereal convencional en el caso de las gallinas y ecológico para la otra granja— están cerrados herméticamente desde 2018, y también los depósitos de agua que van a directamente a los bebederos de cada una de las naves. Ahí no hay opción de contacto con fauna silvestre, por lo que las nuevas medidas de seguridad no han supuesto mayor desembolso para él.
Por el momento, José María no prevé que el incremento en el precio de los huevos se vea afectado por estas medidas, pero sí puede hacerlo, reflexiona, «si esto se alarga». En su caso, además, el blindaje supera la propia edificación. Cuenta con un seguro por si hubiera que matar los animales aunque, reconoce, no le daría «para empezar desde cero». «No sabemos qué pasará, pero nunca habíamos tenido que tomar esta medida. Ni con el temporal Filomena estuvieron los animales así de encerrados», cuenta tanto sobre la repercusión de una medida que considera «demasiado estricta» como de la extensión que podría tener. Este agricultor concede que, posiblemente, los animales se acostumbrarán, pero lamentaría tener que continuar así durante mucho tiempo: «Montamos esto para ofrecer los huevos que nos gusta comer. No para que los animales estuvieran encerrados». Para hablar desescalada, aún habrá que esperar.
