Sergio García saludó en el green del 18 de Royal Portrush una nueva ovación de un público, el británico, que siempre ha tenido cierta querencia por ese muchacho, ahora padre de familia, que en 1996, con apenas 16 años, daba sus primeros golpes en el ya lejano Open de Lytham. 29 años después, el de Borriol abría su 28ª participación en este grande con un 70 que le supo a poco, pero que le colocó en la parte alta de la tabla, a tres golpes de un grupo de líderes con el danés Skov Olesen, el inglés Fitzpatrick, el chino Li, el sudafricano Bezuidenhout y el estadounidense English. Justo a la misma altura que había quedado Rahm, quien jugó en el turno matinal, horas antes, y a la que acabaría poco después el tercer español en discordia en esta 153ª edición del torneo, el malagueño Ángel Hidalgo, en una tarde agotadora, en la que un atasco llevó las vueltas bien por encima de las cinco horas.
Pocos, pero valientes, podría ser el eslogan de la escueta Armada que se ha presentado este año en tierras norirlandesas. Un pelotón que no se va a limitar, a tenor de lo visto en los primeros 18 hoyos, con asistir desde un emplazamiento privilegiado al show de Rory McIlroy, que convirtió el Dunluce Course, a una hora escasa de su Holywood natal, en un culto a su figura. “Obviamente contento por jugar bajo par. Las condiciones no han sido muy malas, pero sí desconcertantes a ratos, sobre todo los primeros seis hoyos. Lo gracioso es que ahí es cuando he jugado mi mejor golf”, diría Sergio de una vuelta que efectivamente se fraguó en ese tramo, cuando se anotó tres birdies seguidos del 5 al 7.
Primero con un buen approach y putt, después con un buen putt cuesta abajo tras un gran hierro en el par 3 y aprovechando el par 5 del 7. Sufriría entre el 8 y el 11, una franja que abrió y cerró con sendos bogeys, pero el 12, de nuevo par 5, le daría aire y solo un putt que no quiso entrar en el monstruoso 16 interrumpió una serie de pares camino a la casa club. En realidad no es tan extraño como él dice verle desenvolverse con soltura en las cuatro estaciones de un Open. Siempre fue el torneo en el que se le intuyó más futuro, y acumula diez top-10 a lo largo de su trayectoria.

Muchos menos capítulos ha vivido por ahora Ángel Hidalgo en una cita que juega por segunda ocasión, tras fallar el corte el año pasado en Troon. El bogey que le hizo al 1 no auguraba un buen día, pero le dio la vuelta a la tortilla. Con el birdie al 3 y especialmente con el eagle, uno de los pocos que se registraron, en el 7. A partir de ahí todo pares antes y después del 16, que también supuso un frenazo para él. No sorprende verle asomando por las alturas de un torneo para el que está bien configurado, con su golf creativo.
Todo lo contrario que Bryson DeChambeau, un obseso del control en un torneo en el que los intangibles están a la orden del día. Su campaña de grandes, salvo que corrija el 78 (+7) con el que arrancó este jueves, totalmente desquiciado, parece que será este año estéril. Y da la impresión de que este, en el que ha fallado tres cortes en siete apariciones y solo tiene un top-10 que data de 2022, nunca será el grande que mejor se le ajuste.
McIlroy, por razones obvias, siempre figuró en la lista de los predestinados a ganar este torneo alguna vez. Lo hizo hace ya 11 años y desde entonces ha protagonizado palos severos. Especialmente los de 2021 y 2022, cuando fue tercero. En Portrush la carga de los sueños de miles de compatriotas fue demasiado pesada en 2019. Sus dos primeros golpes se fueron fuera de límites y acabó fallando el corte. Recuerdos amargos que le pesaron en el tee del 1, bogey tras una mala salida. Lo que recondujo desde ahí hasta el 10, con cuatro birdies, se volvió a torcer con tres bogeys del 11 al 14. Fallaba mucho por la izquierda y prácticamente no olería la calle en todo el día, pero acabó rascando un 70 (-1) con un birdie inverosímil en el 17. “Todo depende de cómo te lo tomes. Puedes ponerte un extra de presión o disfrutar de jugar enfrente de los tuyos”, analizaba Sergio lo que estará pasando por la cabeza del norirlandés estos días. Sea lo que sea si alguien sabe de manejar emociones en un Open ese es Rory.
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