Al pasear por las calles más castizas de Madrid, como el barrio de Las Letras, Lavapiés o La Latina, es posible encontrarse con locales que llaman la atención por ser tabernas antiguas con una fachada de color rojo. Las puertas y ventanas pintadas de un tono intenso son toda una seña de identidad en la capital de España, con la que se hace referencia a los locales más tradicionales. Aunque se pudiese pensar que no existe una razón aparente para que estén decorados de esta manera, realmente existe un motivo por el que estos bares centenarios están “colorados”.
El origen de esta costumbre de pintar las tabernas de color rojo se remonta al siglo XIX, una época en la que muchas de las tabernas madrileñas vendían vino a granel que procedía de Valdepeñas, una de las áreas vinícolas de mayor relevancia en todo el país. Para dejar claro que ofrecían como producto estrella el vino tinto, decidieron pintar las fachadas de ese color rojo oscuro como reclamo visual en una época en la que no existían los letreros luminosos ni otros tipos de publicidad más impactantes. De esta forma, con una fachada roja, dejaban claro a sus posibles clientes que allí se servía comida casera acompañada de un buen vino.
Además de su valor simbólico, también tenía una función práctica, ya que las pinturas de óxido de hierro eran duraderas, económicas y resistentes a la intemperie, por lo que, además de ser llamativas, ayudaban a proteger la madera de las fachadas. Su tono se terminó por consolidar como un sello de autenticidad popular.
Una seña del Madrid más castizo
Con el paso del tiempo, el color rojo se convirtió en una seña de identidad del Madrid más castizo, y aunque hayan pasado los años, algunos locales centenarios como La Venencia o Casa Alberto han mantenido ese color en sus fachadas, manteniendo de esta manera una tradición cromática tan característica de la hostelería madrileña.
De hecho, las nuevas tabernas que buscan recrear el ambiente de antaño tratan de recurrir a este color para sus fachadas para tratar de hacer referencia a esa nostalgia de aquella época en la que este tipo de locales se convertían en verdaderos puntos de encuentro entre vecinos, donde hablaban de temas diversos mientras disfrutaban de los mejores vinos.
Por lo tanto, encontrarse hoy en día el color rojo en las puertas y ventanas de las tabernas madrileñas es mucho más que una simple elección decorativa, sino que se trata de un guiño al pasado y un homenaje al vino que fue clave para la evolución del sector.
Hoy en día aún quedan más de una decena de tabernas que mantienen el color rojo en sus fachadas, y que además de vender vino, también comercializan otros muchos productos. Algunas de las más conocidas son las mencionadas Casa Alberto y La Venencia, así como El Anciano Rey de los Vinos, la Bodega de la Ardosa o la Cervecería Los Caracoles.
Sin embargo, resulta curioso que la taberna más antigua de Madrid, la Taberna Antonio Sánchez, no tenga ese característico color en su fachada. Fundada en 1787, continúa sirviendo su comida tradicional y sus bebidas en la calle Mesón de Paredes, 13, en el barrio de Lavapiés. Este establecimiento fue lugar de reuniones de intelectuales en el siglo XX y también estuvo durante algunos años al servicio de la Casa Real.
