María, nombre ficticio, camina entre el gentío por la calle Atocha, en Madrid. Es una superviviente de la violencia machista y hoy marcha por quienes ya no pueden hacerlo. Lo hace de la mano de su hija, quien con alegría ondea una bandera morada con un lema feminista. “La traigo para que ella no permita lo mismo que yo sufrí”, cuenta.
Cuando no pudo más, rompió con todo y acudió al Instituto de la Mujer, donde le ofrecieron atención psicológica y asesoramiento fiscal y judicial. Se fortaleció y aprendió a poner límites en sus relaciones futuras, aunque confiesa que es difícil olvidar aquellos momentos. “Es una herida que nunca se va a cerrar”.
“Haber sufrido violencia de género es una herida que nunca se va a cerrar“
Este 25N, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, María sale a la calle para dar voz a su situación y tratar de erradicar la violencia contra las mujeres. Lo hace junto a cientos de mujeres, niñas, abuelas y hombres que corean frases feministas como No estamos exagerando, nos están asesinando; No hay excusa para el que abusa; Por las que están, por las que no están, por las que peligran y las que vendrán.
“Seguiremos viniendo con garrota hasta que nos muramos”
Entre el gentío, nos encontramos a Tina, que lleva más de 40 años manifestándose, le apena la división de la marcha de este 25N. En Madrid, la Comisión 8-M se manifiesta por la calle Atocha y el Foro 25N y el Movimiento feminista de Madrid, por la Gran Vía. “Es horrible. En nuestra época el movimiento no estaba dividido; íbamos todas a una”, recuerda. La lucha de su generación trajo importantes avances que hoy pueden disfrutar las mujeres, como el derecho al divorcio o al aborto. “Es lamentable que en 2025 ya haya 38 mujeres asesinadas y haya gente que diga que no hace falta una ley. ¡Ahora es más necesaria que nunca! Nos siguen matando”, indica.
Isabel marcha junto a su amiga Tina y confiesan que aunque pasen los años, “seguiremos viniendo con garrota hasta que nos muramos”. “Estamos hartas de que haya partidos que nieguen la violencia de género. Tenemos mucho miedo, rabia y tristeza de la época que vivimos”, añade.
Unos pocos metros más adelante, Pilar se reencuentra con sus amigas. Esta mujer acude a la marcha desde hace años y no piensa dejar de hacerlo. Cree que todavía hay un largo camino por recorrer, hasta que no haya asesinatos machistas. “Cada vez que leo una noticia de que una mujer ha sido asesinada, me estremezco y siento que retrocedemos a la casilla de inicio”, asegura.
“Hay una ola reaccionaria que discute que existe una violencia machista”
La reivindicación está más que presente en las marchas. Anika pertenece a la asociación Socialismo Libertario y entre sus brazos lleva el ejemplar más reciente del periódico que publican. “Nosotras buscamos construir hermandad entre mujeres para enfrentar la violencia machista que nos atenaza día a día”, cuenta. “En este momento nos parece más importante que nunca, porque hay una ola reaccionaria que pone en discusión que existe una violencia machista”. Desde su organización, Anika ha acompañado a mujeres víctimas de violencia de género a recibir asesoramiento; para ella, este acto supone un compromiso feminista.
Jana también marcha por las calles de Madrid y se muestra muy crítica con la ministra de Igualdad, Ana Redondo. Lleva una pancarta en la que pide su dimisión por el fallo en el sistema de las pulseras: “Debería estar sacando leyes que cubran nuestras necesidades y reivindicaciones… ¿Pero qué hace por las mujeres de este país? Tiene poder para hacer cosas, pero no lo hace”. Jana denuncia también desigualdades que sufren las mujeres como la brecha salarial, la hipersexualización en el cine o la llamada violencia estética. Reconoce no sentirse segura en el espacio público: “El problema no es que me pase a mí, sino que nos pasa a todas”, dice. “Si de noche miras atrás y ves a otra chica, te sientes segura. Eso lo dice todo”.
Como mujer, la sociedad no le transmite seguridad. “Cuando vuelvo a casa siento miedo porque hay hombres que me han piropeado, pero también me han mirado o me han tocado. El problema no es que me pase a mí, sino que nos pasa a todas”, denuncia. “Mi pregunta es: si una mujer va por la calle, de noche, y mira atrás, pero se encuentra a otra chica, ¿sabes cómo se siente? Está segura, y esta respuesta lo dice todo”.
“Salir el 25N es obligatorio porque le damos voz a aquellas mujeres que normalmente no participan en la vida pública“
Por otro lado, Gracia, de la asociación Rumiñahui, llega a la marcha desde la Puerta de Alcalá con un megáfono y acompañada por amigas como Sandra. “Salir el 25N es obligatorio porque le damos voz a aquellas mujeres que normalmente no participan en la vida pública”, cuenta. Gracia no es partidaria de que los hombres participen en la marcha: “Creo que este es un día nuestro”. “Me da mucha pena porque vemos cómo los chicos cada vez más jóvenes se van radicalizando. En mis tiempos los hombres eran mucho más reivindicativos; ahora, los chicos entre 18 y 20 años son claramente machistas”.
Los hombres, aliados en esta marcha
A pesar de estas opiniones, en las marchas también hay hombres que gritan contra la violencia machista. Es el caso de Gonzalo: “Creo que como hombre es fundamental venir para estar al lado de la otra mitad de la humanidad, que son las mujeres a las que siempre se ha discriminado y opacado”.
Reconoce sentirse un privilegiado en la sociedad por no tener miedo al volver de noche a casa, ejemplifica. Además, tiene claro que esta marcha tiene un objetivo: “Queremos acabar con la ferocidad porque las mujeres no tienen por qué sufrir ni la violencia digital, ni el acoso, ni las violaciones o ni la violencia vicaria”.
César es un hombre mayor que, solitario, avanza entre la multitud que apoya la marcha. “Soy partidario de la igualdad y estoy en contra del abuso de poder, de la forma que sea”, reconoce. A César le parece bien que se reivindiquen las mujeres porque “es conveniente luchar contra la violencia”, aunque opina que debería haber más personas apoyando la marcha.
“Estamos tratando de recuperar el significado del 25N”
En esta marcha no solo resuenan las voces, también los tambores. Marina forma parte de la batucada que acompaña a esta manifestación. “Con el ruido dejamos claro que estamos hartas de que nos violenten, de que nos agredan y de que cometan aberraciones contra los cuerpos de las mujeres”, expresa.
Para ella, tocar en grupo es un acto de empoderamiento. Explica que el 25N recuerda que la lucha continúa tanto “en las calles como en las casas “y echa la vista atrás hacia las huelgas feministas del pasado: “Aunque no saliéramos a la calle, todos se enteraban de que había un problema contra la mujer y había que detenerlo”. “Ahora esta fecha moviliza a menos gente que en el pasado, pero estamos tratando de recuperar el significado del 25N”, reconoce.
“Como sociedad suspendemos, pero lo importante es empezar a tomar conciencia de que esto tiene que acabar“
Este martes, 25N, es un día significativo para otra mujer, María, que sostiene un cartel con la imagen de Gisèle Pelicot. “De ella he aprendido que la solidaridad entre hombres que alimenta la misoginia, está siempre a nuestro alrededor”, señala. Por eso tiene claro que, más allá del 25N, hay que reivindicar siempre el papel femenino: “Tenemos que enfrentarnos y defender nuestros derechos frente a toda esta cultura de la violación”. “Como sociedad suspendemos, pero lo importante es empezar a tomar conciencia de que esto tiene que acabar. Y que no muera ni una mujer más”.
De fondo suena la música de Bebe, las manifestantes cantan: “Hoy voy a ser la mujer que me dé la gana de ser”. Y así es: con pancartas, con pañuelos morados, con tambores o megáfonos, mujeres de todas las edades han decidido alzar la voz y ser reivindicativas. Hoy y siempre.
