“Mi abuela arrastró toda la vida ver a su madre marchar. Cuando ella tenía 13 años, cogen a su madre, la suben a un camión y lo último que le dice a su hija es ‘Carmen, espérame aquí, que vuelvo ahora’. Pero mi abuela no la volvió a ver. Murió con 84 años y nunca quiso ir a Cabo Peñas”. Sonia Santoveña, nieta de Carmen, recuerda así las últimas palabras de su bisabuela María, La Papona, antes de que los falangistas de Candás la mataran, a los 46 años, arrojándola viva al mar desde los acantilados el 2 de junio de 1938 junto a otras siete mujeres y cinco hombres. Es la historia de Les Candases, que fueron asesinadas tras ser detenidas y torturadas.
Las lanzaron al mar para intentar esconder el crimen, para condenarlas al olvido, pero las olas devolvieron parte de los cuerpos a playas cercanas días después. Aún llevaban las batas de las fábricas de conservas donde trabajaban con el número bordado que las identificaba. Algunas fueron enterradas en cementerios cercanos como el de Bañugues, pero 87 años después solo se ha podido recuperar el cuerpo de una de ellas: el de Daría González, que tenía 62 años. Sus restos fueron exhumados en 2017 por la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) y la Sociedad de Ciencias Aranzadi e identificados con ADN. El resto de víctimas siguen desaparecidas. Su historia forma parte del proyecto “El país de las 6.000 fosas”, el primer mapa audiovisual de España de las fosas de la Guerra Civil y el franquismo.

El resto de Les Candases son Secunda Rodríguez Fernández (59 años), Rosaura Muñiz González (62), Áurea Artime García (76) y sus dos hijas Balbina (34) y Plácida López Artime (31), y Rita Fernández Suárez, La Camuña, de 21 años. Los cinco hombres eran: Félix Menéndez González, hijo de Daría; Emilio Álvarez Rodríguez, marido de Secunda; y sus tres hijos: Anselmo, José Aser y Guillermo Álvarez Rodríguez.
Imagen de María, La Papona, una de Les Candases Cedida por familiares
Excepto María, La Papona, encargada de la fábrica de conservas ALBO, miembro del comité de empresa de UGT, conocida por compromiso social y a la que detuvieron por esconder a republicanos huidos en su casa, y Rita, La Camuña, que colaboraba con el Socorro Rojo Internacional, el resto fueron asesinadas por ser madres, hermanas, suegras… de hombres republicanos cercanos al Frente Popular contra los que se había dictado orden de detención tras la caída del frente Norte.
Los falangistas pretendían que ellos se entregaran si las detenían a ellas, pero los que así lo hicieron acabaron asesinados igualmente, como Félix, hijo de Daría y con cargo en el Partido Comunista local, arrojado también al mar; o Ángel López Artime, dirigente de la CNT y fusilado un día después de que mataran a su madre y sus dos hermanas en Cabo Peñas.
“Me la llevaron y me la tiraron por el Cabo Peñas”
Braulia Suárez Rodeiro, Cuca, recuerda lo que su tía abuela Celesta le contó de la detención de su hermana Rita, en la publicación El mar devuelve la verdad, de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. “Vinieron a por ella. Me la llevaron y me la tiraron por el Cabo Peñas”, repetía esta mujer que tenía solo 15 años cuando ocurrieron los hechos. A Rosaura, la suegra de Anselmo, la detuvieron cuando increpó desde la ventana de su casa a los falangistas que habían crucificado a su yerno y le estaban golpeando mientras recreaban un vía crucis por todo el pueblo tras acusarle de la muerte de uno de ellos cuando intentó huir tras descubrirse que estaba escondido en casa.
Tras detenerlas las llevaron a la Brigada de Investigación y Vigilancia, la entonces conocida como Casa Genarín y actual sede del Ayuntamiento de Carreño. “Esa noche debieron de hacer con ellas de todo, torturas, violaciones… hasta que al amanecer las llevaron a Cabo Peñas y las arrojaron por el acantilado. Cuentan que La Papona tiró a uno de Falange (…) ‘Si yo caigo, tú caes’, fue lo último que dijo”, relata Sonia Santoveña a RTVE, que destaca que su bisabuela era una mujer “muy valiente y luchadora, que no estaba bien vista por la derecha”.
El documental La historia olvidada de Les Candases, de J.K. Álvarez, recoge la grabación en vídeo del testigo más directo de los hechos, un vecino de El Ferreru, Benjamín Venturo, fallecido en 2019, que relata cómo se cruzó esa noche con el camión que se dirigía a Cabo Peñas. “Veo un camión grande y sentí gritos, lloros y voces. (…) Por la mañana me asomo y vi en el agua a cinco o seis [cuerpos flotando]. Nada más que vi aquello vine para casa. ‘No lo cuentes a nadie, por Dios, por Dios’, dijo mi padre”.
‘La historia olvidada de Les Candases’
Miguel García López, tataranieto de Áurea, biznieto de Ángel López Artime y sobrino biznieto de Plácida y Cándida, explica a RTVE que no todas cayeron directamente al agua: “En los días posteriores, una de ellas, creemos que era Áurea, quedó colgada de uno de los riscos y se oían lamentos hasta que cayó al acantilado o se murió”.
Su bisabuelo, presidente de los comités de huelga por la CNT y trabajador de Conservas Alfageme, estaba escondido en Piedeloro. “Le llega la noticia de que si se entrega las sueltan. Va a hablar con el cura para entregarse en Gijón, no en Candás (…). En vez de cumplir su palabra, el cura va a Candás y le delata y sale un camión de falangistas para Piedeloro y es donde le detienen el día 3 de junio, un día después de los asesinatos de Cabo Peñas. Lo suben al cementerio antiguo y allí le fusilan“, explica Miguel García López.
“Cuánto daría yo por saber dónde está mi madre”
La historia de Les Candases permaneció oculta, silenciada, sepultada por el dolor y el miedo hasta que una “simple frase” sirvió de espoleta. “Mi abuela estaba con mi madre sentada en el jardín de mi casa. Era la víspera de todos los Santos y lo típico, todo el mundo pasaba con flores y ella dijo: ‘Cuánto daría yo por saber dónde está mi madre para llevarle flores’ y mi madre [Conchita Fernández, nieta de La Papona] dijo: “Ya va siendo hora de que se haga algo”.
Daría González, asesinada en Cabo Peña Cedida por familiares
Contactaron con la entonces alcaldesa de Carreño, Amelia Fernández, quien describe aquella búsqueda como “una de las experiencias más conmovedoras e importantes” de su trayectoria en la política local, y con ayuda de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica siguieron la pista hasta llegar al cementerio de Bañugues, donde se creía que podían estar enterradas algunas de ellas. Una cruz de piedra señalaba el lugar probable.
La exhumación, llevada a cabo por la ARMH y Aranzadi, localizó en mayo de 2017 los restos de Daría González. El antropólogo forense Francisco Etxeberria, que participó en la excavación explica que “el mar, que es muy sabio, devolvió los cadáveres a la costa y que, en Bañugues, dejaron anotado en qué parte del cementerio” se inhumaron algunos de los restos. Eso les permitió llegar hasta la única de aquellas mujeres que se ha conseguido encontrar. “Es casi un milagro que todo el recorrido se pudiera completar de esa manera: que de los restos se pudiera extraer ADN y que dieran en el clavo” pudiendo identificar a Daria. Etxeberria señala que no saben cuándo, pero habrá un nuevo intento para buscar si en el cementerio están los restos de al menos otra de estas mujeres, como reclaman los familiares.
Los restos de Daría González aparecieron cerca de la cruz de piedra del cementerio de Bañugues Cedida por familiares
Los restos de Daría fueron reinhumados en junio de 2022 en el cementerio de Candás. Su biznieta Maider Menéndez viajó desde Francia, país al que se exilió su abuelo y su tía abuela, hijos también de Daría, para participar en el homenaje. Ella no conoció la historia de Les Candases hasta después de la exhumación. Su abuelo nunca quiso hablar de ello. El día del entierro “fue muy, muy difícil”, rememora en un español con un marcado acento francés al otro lado del teléfono sin poder evitar que se le quiebre la voz por el llanto.
“No la conocía, pero es muy difícil saber todo eso, lo malo que han hecho hombres sobre ellas es muy duro, saber que fue escondida en el mar para que no encontraran sus huesos y los cuerpos. Es terrible de saber. Pero ahora estoy muy contenta de saber que está en paz”, concluye.
Maider Menéndez, a la derecha, ayuda a llevar la caja con los restos de Daría, su bisabuela. EFE
